¿EN DÓNDE
ESTAMOS EN EDUCACIÓN Y VIRTUALIDAD?
Por: Héctor B.
Ocampo V.
Cada vez es más frecuente que en las actividades
académicas de nuestras universidades y de nuestras facultades, tanto profesores
como estudiantes estemos haciendo uso de los recursos tecnológicos disponibles
para tratar de enriquecer, actualizar y agilizar los procesos, mejorar nuestras
comunicaciones, tener acceso a información y tantos otros usos que estos medios
permiten. Y es además frecuente e incluso para muchos gratificante y factor de
orgullo, sentir que la vieja academia está evolucionando y que deja de ser
válida la afirmación referente a que los educadores de hoy hacemos lo mismo que
los de hace cien o doscientos años.
Pero este sentimiento puede ser de alguna manera
engañoso, y podemos estar generando la idea de modernización y actualización en
el marco de unas didácticas y metodologías tan tradicionales y convencionales,
que en realidad no constituirían una verdadera diferencia ni un verdadero
adelanto en relación con la escuela de hace cien o doscientos años.
A propósito de estos conceptos, el profesor
colombiano Angel Facundo, un personaje que brilla con
luz propia en los ámbitos internacionales vinculados con la presencia de las
tecnologías de la información y la comunicación en la educación, ha publicado
en el boletín de la organización IESALC – UNESCO (Instituto Internacional para
Volviendo al texto de Facundo, las cuatro etapas
que describe y de las cuales hacemos aquí una interpretación libre, son las
siguientes:
“El Nivel I, corresponde a aquel en el cual se hace uso de las herramientas TICs
sólo en docencia, sin cambios
estructurales ni pedagógicos”. Entendemos que en este nivel el caso ya
frecuente entre nosotros de uso del correo electrónico y del portal de
“El Nivel II se caracteriza por el uso de herramientas digitales en docencia y se
evidencia la virtualización de otras funciones”. El
punto central aquí radica en lo que se entiende por “otras funciones”, que se
refieren a procesos ligados a la actividad de clases que pueden también
modernizarse, como el trámite de las calificaciones, de las matrículas y prematrículas, el uso de materiales didácticos presentes en
la red, o aplicaciones que facilitan la exposición de temas.
“En el Nivel III se constata el uso de plataformas virtuales para digitalizar e integrar las diversas
funciones de la educación superior”. Tenemos aquí presentes los tres grandes
factores que componen la actividad universitaria, que son la docencia, la
investigación y la extensión, las cuales, sumadas a una administración que hace uso de
las herramientas tecnológicas, pueden generar muy buenos niveles de agilidad,
de efectividad y eficiencia en la actividad académica.
Efectivamente, el uso de estas
herramientas no constituye en sí mismo un cambio en el modelo pedagógico ni una
verdadera innovación educativa que dé respuesta a los retos que plantea el
mundo contemporáneo a la educación, pero no podemos negar que constituyen un
importante facilitador para que estos cambios se verifiquen.
Como puede intuirse, el nivel IV es
aquel en el que por fin se asume una innovación de la vida universitaria, con
la presencia y auxilio de la tecnología. En el caso de nuestros programas
universitarios y de nuestros procesos de acreditación, existe la preocupación
por superar el denominado “asignaturismo”, por
incrementar en los estudiantes la autonomía en su proceso de formación, y poner
en plano de la realidad el complejo concepto de “flexibilidad curricular”.
Trabajamos en esto, pero sin lugar a dudas es con el compromiso de todos, con mucha
apertura de pensamiento y con una muy entusiasta disposición hacia el
aprovechamiento de las tecnologías a nuestro alcance.
Es imperativo entonces que cada
docente, desde la asignatura que maneja, comience a replantear su papel y el de
los contenidos que dicta, pues desde una nueva perspectiva, no se trata ya de
transmitir unos determinados contenidos –generalmente parcelados por semanas- a
un grupo de alumnos que se supone que “van” en un determinado nivel y “están
capacitados” para asimilar los contenidos planteados.
¿Qué debemos hacer entonces? Creo que
para comenzar, debemos plantearnos la pregunta con respecto a la significación
de esos contenidos en un determinado contexto académico. Esto de por sí implica
el concepto de competencias a desarrollar. ¿Que debe saber hacer un estudiante
que ha participado de manera exitosa en el curso que imparto?
En este punto, resulta muy
interesante establecer cuales son los problemas centrales que ocupan a un
estudiante en el plano de las diferentes asignaturas que ha matriculado, y por
tanto en qué medida la asignatura que está a mi cargo hace parte de un conjunto
de conocimientos y habilidades que deben formarse de manera articulada en el
estudiante, cuales son los territorios comunes o campos de intersección en la
que las actividades propias de mi área pueden entrar en contacto con otros
campos del saber, y cómo puedo replantear mis actividades académicas para que
hagan parte de un conjunto de saberes y no se constituyan en una isla que el
estudiante podrá articular de manera particular en un futuro incierto.
Para responder individualmente y
luego compartir en grupo:
-
¿en cual de las cuatro etapas
considero que me encuentro como docente universitario?
-
¿en cual de las cuatro etapas se
encuentra la institución en la que trabajo?
-
¿debo como docente jalonar a la
institución o es la institución la que me está reclamando cambio en mis
procedimientos?
Para los que tienen interés en la lectura
de Facundo, está en el Cap. 4 del texto hipervinculado
a continuación:
http://www.iesalc.unesco.org.ve/pruebaobservatorio/INFORME%20RAMA%20ESLAT/InformeES-2000-2005.pdf