¿EN DÓNDE ESTAMOS EN EDUCACIÓN Y VIRTUALIDAD?

Por: Héctor B. Ocampo V.

 

Cada vez es más frecuente que en las actividades académicas de nuestras universidades y de nuestras facultades, tanto profesores como estudiantes estemos haciendo uso de los recursos tecnológicos disponibles para tratar de enriquecer, actualizar y agilizar los procesos, mejorar nuestras comunicaciones, tener acceso a información y tantos otros usos que estos medios permiten. Y es además frecuente e incluso para muchos gratificante y factor de orgullo, sentir que la vieja academia está evolucionando y que deja de ser válida la afirmación referente a que los educadores de hoy hacemos lo mismo que los de hace cien o doscientos años.

 

Pero este sentimiento puede ser de alguna manera engañoso, y podemos estar generando la idea de modernización y actualización en el marco de unas didácticas y metodologías tan tradicionales y convencionales, que en realidad no constituirían una verdadera diferencia ni un verdadero adelanto en relación con la escuela de hace cien o doscientos años.

 

A propósito de estos conceptos, el profesor colombiano Angel Facundo, un personaje que brilla con luz propia en los ámbitos internacionales vinculados con la presencia de las tecnologías de la información y la comunicación en la educación, ha publicado en el boletín de la organización IESALC – UNESCO (Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe), un artículo que hace parte del  Informe sobre la Educación Superior en América Latina y el Caribe (2000-2005). Este texto de Facundo titulado “Antecedentes, situación y perspectivas de la educación superior virtual en América Latina y el Caribe”, refiere cuatro “etapas de desarrollo” de uso de las tecnologías digitales en la educación superior, que nos facilitan identificar cual es nuestra posición en el desarrollo y actualización de nuestra actividad educativa en la cual el uso de estos recursos es un medio pero no constituye la actualización misma. Para mas claridad, no es solamente usando las herramientas virtuales que actualizamos la academia, se hace necesario replantear varios aspectos de nuestra vida académica para experimentar verdaderos cambios, verdaderas actualizaciones y por tanto estar en capacidad de dar auténticas respuestas a las necesidades del mundo de hoy en lo que se refiere a la formación de los profesionales colombianos.

 

Volviendo al texto de Facundo, las cuatro etapas que describe y de las cuales hacemos aquí una interpretación libre, son las siguientes:

 

“El Nivel I, corresponde a aquel en el cual se hace uso de las herramientas TICs sólo en docencia, sin cambios estructurales ni pedagógicos”. Entendemos que en este nivel el caso ya frecuente entre nosotros de uso del correo electrónico y del portal de la Universidad para informar a los estudiantes de las notas y de algunos aspectos del desarrollo de la asignatura. Efectivamente el uso de estos medios da la posibilidad de nuevos escenarios de comunicación y agiliza muchas de las acciones que se llevan a cabo en la actividad universitaria, pero debemos reconocer que el modelo tradicional de clases y asignaturas no recibe cambios sustanciales. El autor enfatiza en el hecho de que no hay cambio en las metodologías que solemos utilizar en las clases tradicionales.

 

“El Nivel II se caracteriza por el uso de herramientas digitales en docencia y se evidencia la virtualización de otras funciones”. El punto central aquí radica en lo que se entiende por “otras funciones”, que se refieren a procesos ligados a la actividad de clases que pueden también modernizarse, como el trámite de las calificaciones, de las matrículas y prematrículas, el uso de materiales didácticos presentes en la red, o aplicaciones que facilitan la exposición de temas.

 

“En el Nivel III se constata el uso de plataformas virtuales para digitalizar e integrar las diversas funciones de la educación superior”. Tenemos aquí presentes los tres grandes factores que componen la actividad universitaria, que son la docencia, la investigación y la extensión, las cuales,  sumadas a una administración que hace uso de las herramientas tecnológicas, pueden generar muy buenos niveles de agilidad, de efectividad y eficiencia en la actividad académica.

 

Efectivamente, el uso de estas herramientas no constituye en sí mismo un cambio en el modelo pedagógico ni una verdadera innovación educativa que dé respuesta a los retos que plantea el mundo contemporáneo a la educación, pero no podemos negar que constituyen un importante facilitador para que estos cambios se verifiquen.

 

Como puede intuirse, el nivel IV es aquel en el que por fin se asume una innovación de la vida universitaria, con la presencia y auxilio de la tecnología. En el caso de nuestros programas universitarios y de nuestros procesos de acreditación, existe la preocupación por superar el denominado “asignaturismo”, por incrementar en los estudiantes la autonomía en su proceso de formación, y poner en plano de la realidad el complejo concepto de “flexibilidad curricular”. Trabajamos en esto, pero sin lugar a dudas es con el compromiso de todos, con mucha apertura de pensamiento y con una muy entusiasta disposición hacia el aprovechamiento de las tecnologías a nuestro alcance.

 

Es imperativo entonces que cada docente, desde la asignatura que maneja, comience a replantear su papel y el de los contenidos que dicta, pues desde una nueva perspectiva, no se trata ya de transmitir unos determinados contenidos –generalmente parcelados por semanas- a un grupo de alumnos que se supone que “van” en un determinado nivel y “están capacitados” para asimilar los contenidos planteados.

 

¿Qué debemos hacer entonces? Creo que para comenzar, debemos plantearnos la pregunta con respecto a la significación de esos contenidos en un determinado contexto académico. Esto de por sí implica el concepto de competencias a desarrollar. ¿Que debe saber hacer un estudiante que ha participado de manera exitosa en el curso que imparto?

 

En este punto, resulta muy interesante establecer cuales son los problemas centrales que ocupan a un estudiante en el plano de las diferentes asignaturas que ha matriculado, y por tanto en qué medida la asignatura que está a mi cargo hace parte de un conjunto de conocimientos y habilidades que deben formarse de manera articulada en el estudiante, cuales son los territorios comunes o campos de intersección en la que las actividades propias de mi área pueden entrar en contacto con otros campos del saber, y cómo puedo replantear mis actividades académicas para que hagan parte de un conjunto de saberes y no se constituyan en una isla que el estudiante podrá articular de manera particular en un futuro incierto.

 

Para responder individualmente y luego compartir en grupo:

 

-         ¿en cual de las cuatro etapas considero que me encuentro como docente universitario?

-         ¿en cual de las cuatro etapas se encuentra la institución en la que trabajo?

-         ¿debo como docente jalonar a la institución o es la institución la que me está reclamando cambio en mis procedimientos?

 

 

Para los que tienen interés en la lectura de Facundo, está en el Cap. 4  del texto hipervinculado a continuación:

http://www.iesalc.unesco.org.ve/pruebaobservatorio/INFORME%20RAMA%20ESLAT/InformeES-2000-2005.pdf